Un camino por andar

«Dojang abierto», el seguidor número mil, la exhibición de la película Mandala (traducida por miembros de la propia escuela) e incluso la Biblioteca MMK (abierta al público) son sólo algunos de los eventos que han habido y aún existen en el dojang durante este año. Tal vez toda esta integración y el constante interés de difundir la cultura coreana nos lleven a pensar rápidamente en la siguiente pregunta: ¿A quién puedo invitar a probar una clase de Hankido?
La respuesta no es tan fácil, no es dejar volantes ni invitaciones en grupo a tus amigos pues sabes que entrar al dojang es iniciar un camino que para todos es muy distinto, y a la vez, es el mismo… Entonces comienzas con un afán paternalista pensando en quién podría ser el candidato ideal (alguien realmente merecedor) para esta bella arte marcial que te ha quitado el sueño durante un tiempo y llegas inevitablemente a recordar tus primeros momentos en la práctica.
Muchas cosas han cambiado en los tres años que llevo practicando Hankido, pero creo que esos cambios no son tal, constituyen más bien el fluir natural de las cosas y de los elementos que definen nuestra existencia como el tiempo y el espacio: vaciar para luego vaciar, mirar y ofrecer lo que somos esencialmente.
Pues bien, el dojang no es más ni menos que una familia, una nación, y como tal tiene principios, valores y normas, y además tiene sentimientos, entendimiento, paciencia, responsabilidad y consecuencia. Su cabeza va guiando con la práctica en cada una de estas enseñanzas, que como ven, no son sólo válidas para esta pequeño espacio, sino para toda nuestra vida porque Hankido es vida para un Hankido in.
La práctica siempre conectada nos permite ver el círculo en cada instante de nuestra existencia y es por eso que quiero sugerir que todos los alumnos que se estén iniciando en el camino de Hankido lean la novela El camino andado con mi hijo de Lee Soon-Won. En este escrito un camino rural y cada una de sus curvas tiene una pregunta y una respuesta ( en muchas de ellas es el silencio) en una conversación cada vez más cómplice e intensa entre padre e hijo. No sólo el camino llega a una meta que es la casa familiar, sino que el camino en sí mismo es una gran meta y una valiosa enseñanza.